Un matrimonio de la Boca, don Manuel Chinchella y doña Justina Molina, necesitaban un hijo que no tenían y se fueron a buscarlo a la casa donde unas mujeres pierden a los hijos que les sobran y otras encuentran a los que les faltan... Y así fue cómo el niño Benito Juan Martín, que cinco o seis años antes había sido depositado en el torno de la Casa Cuna, con un papel escrito con lápiz, un pañuelo bordado cortado en diagonal, y envuelto en pañales de seda, fué sacado de ella por un matrimonio sin hijos, que como único fortuna poseía una pequeña carbonería en la Boca.
Una flor bordada (1890)
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Una mañana de invierno, como se dice en las novelas de novelistas de oficio, el viejo se levantó más temprano que otros días y me despertó con esta invitación:
—Vestite rápido, que tenés que vivir conmigo al puerto.
Se trabajaba a destajo. Por cargar un carro de veinticinco o treinta bolsas se pagaban desde cincuenta centavos hasta un peso, pues la tarifa era materia de convenio particular entre cargadores y clientes, pero los precios oscilaban siempre entre cincuenta centavos y un peso por carrada.
Cuando volvimos a casa, a la hora de comer, el viejo no me dijo nada; pero yo noté que estaba contento de mi comportamiento, porque antes de la sopa me sirvió un vaso de vino, y después de la comida me convidó con el primer cigarrillo.
La Boca era entonces el centro obrerista más agitado del país. Todos los obreros estaban agremiados. Tenían su correspondiente sociedad los estibadores, los carreros, los carpinteros de ribera y de obra blanca, que tenían sus diferencias entre ellos. Existían la Sociedad de Calafates, que eran muy amigos de las fiestas y de las huelgas, y la Sociedad de Caldereros, la más ruidosa y levantisca. Todas las sociedades convergían en una federación, donde sumaban sus esfuerzos para luchar por el mejoramiento social.
Esas agrupaciones de obreros le dieron el primer triunfo electoral al partido Socialista de la Capital. Fue allá por el año 1904. Yo intervine en la propaganda de aquellas elecciones como pegador de carteles y distribuidor de volantes y manifiestos. Y en ellas triunfó el doctor Alfredo L. Palacios, que fue el primer diputado socialista argentino.