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Cuando me jubilé empecé a tratar de retribuirle a los irlandeses lo que me habían dado colaborando desde la Asociación ex Alumnos Instituto Fahy, hoy Asociación Civil Fahy Club, fundada por ex alumnos que vivían en pensión. Pudimos comprar una casa con la ayuda de las Señoras de San José, en Congreso y Crámer.

Soy muy agradecido con los irlandeses porque gracias a ellos recibí la educación del Instituto Fahy. Mi familia estaba destruida (había perdido a mi padre irlandés). En el Fahy me recibieron sin saber una palabra de inglés, (mi madre era italiana) ni que el idioma existía. Me enseñaron a respetar y a trabajar honestamente, porque el fruto de lo que yo cosechara lo iba a poder valorar como correspondía. Salí con poco más que un sexto grado y base de inglés, preparado para afrontar la vida.

Esto me permitió ser lo que fui en mi vida, lo transmití a mis hijos y, de alguna manera, están siguiendo el mismo camino, si bien no están activamente en la comunidad irlandesa. Yo tenía un hermano que perdí. Quería llegar antes que yo a charlar con San Patricio. Él tenía el cuerpo del irlandés y el alma del italiano. En cambio, yo tengo el cuerpo del italiano y el alma del irlandés (siempre dispuesto a ayudar, porque sabemos desde muchos siglos atrás que la vida es para compartir).

Cuando me jubilé empecé a tratar de retribuirle a los irlandeses lo que me habían dado colaborando desde la Asociación ex Alumnos Instituto Fahy, hoy Asociación Civil Fahy Club, fundada por ex alumnos que vivían en pensión. Pudimos comprar una casa con la ayuda de las Señoras de San José, en Congreso y Crámer. Tenía como meta reunir ex alumnos, familiares y amigos para mantener el vínculo y orientarlos para encontrar una forma de progresar y hacer las cosas más sólidas para la familia y el futuro, a la vez mantener vivas las raíces y el por qué vinieron nuestros padres y cuánto les costó a ellos aportar un poquito más para el país que somos.

Hoy, que estoy caminando en el principio de los 90 años, con mucho agrado sigo trabajando dentro de la comunidad irlandesa. Si Dios lo permite, con John Clancy -mi amigo de toda la vida- no dejaremos de ir al “Día de Campo” en el querido Fahy.

El irlandés que vive adentro mío, que es el motor, siempre me ha indicado que tenía que seguir trabajando dentro de lo que podía ser bueno para el país, colaborando con la educación, por eso actualmente estoy en el Instituto Nacional Browniano y tengo un sueño: que en Plaza Irlanda tengamos el busto del Alte. Brown. Y creo que lo voy a lograr, porque cuando a un irlandés se le mete algo en la cabeza, lo logra.

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