






BETINA GONZÁLEZ
Villa Ballester, Buenos Aires (1972)
Tendría 5 o 6 años. Siempre había pedido para Navidad un disfraz de hada. Estábamos de vacaciones en Necochea y mi mamá encargó por sorpresa dos disfraces, para una de mis hermanas y para mí. Fue el deseo cumplido. La foto es significativa porque marca un poco la idea de querer ser otra, pero no públicamente otra, sino imaginarme cosas, no tanto actuarlas. Para mí ahí está la raíz de escribir y de pensar ¿qué tal si las cosas no fueran como son?
“Creo que lo mejor de escribir es el alivio de poder dejar de ser vos y ser otro por un rato”
Yo sabía que quería ser escritora, pero también me imaginaba siendo cualquier otra cosa, por ejemplo, qué sé yo, estudiar las estrellas, incluso Arqueología. Escribo para ser otra. Siempre me pareció aburrido tener que ser una sola persona. Uno de los temas que me interesa es la familia y lo que el guión social te dice que es una familia. Y cómo todo el tiempo encontramos historias que contradicen esa idea de cómo ser padre, cómo ser madre o cómo ser hijo. Eso creo que está y va a estar siempre. En mi escritura busco recuperar siempre el lugar del hijo, que es el lugar de la inmadurez. Me parece que, por más que uno se resista a ciertos temas que lo persiguen, si lo hacen, es por algo. Hay algo ahí que se tiene que terminar de preguntar. Sé que un texto está vivo cuando siento que no soy yo. Sentir esa gran liberación, esa gran autonomía, de agarrar la computadora, abrir un archivo, aunque el día haya sido un desastre y hayas fracasado en mil cosas… vos ahí sos, de alguna manera, un pequeño dios.
