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FANDANGO TEATRO / Alejandro Lifschitz y Ailin Hercolini
poder hacer y contar
La idea es elegir básicamente cosas que nos den ganas de defender, que nos den ganas de venir a ver.

El espacio es un teatro que venimos trabajando juntos con Ailin. Van a ser tres años que entramos a la casa. Estaba totalmente abandonada. Previamente dábamos clases individualmente pero la necesidad era encontrar un lugar donde pudiéramos aunar las clases con las propuestas personales y sumar lo que iba surgiendo con los alumnos de las clases, que se transformaba en espectáculos.

El vínculo con Alejandro comenzó hace muchos años, a través de las clases. Tomé mi primera clase de teatro con él, y ese era el primer grupo de clases rentado para él, porque hasta ese momento daba clases ad-honorem en asambleas barriales. Seguimos encontrándonos en el camino, haciendo cosas juntos y se fue armando lo que es hoy el Fandango.

Cuando abrimos era una casa totalmente abandonada. Nosotros dos fuimos los maestros mayores de obra, hicimos de barman, boletera, boletero, limpiamos. Lentamente empezamos a acomodarnos y sumar a otras personas, delegando tareas, para dedicarnos a lo que realmente era nuestro objetivo: llevar adelante el teatro, seleccionar la programación y darle una identidad al espacio.

Elegir las propuestas y la estética que queremos para el teatro no es algo sencillo. Vienen carpetas y a uno se le generan muchas dudas a la hora de decirle que sí o que no a un espectáculo determinado; pero una intención clara que tenemos es la de mantener la identidad del lugar, construyéndola con contenidos que realmente nos den ganas de defender. Es decir, buscamos que con las propuestas que estén en el teatro nosotros nos sintamos cómodos, nos pongamos la camiseta, las recomendemos a nuestros alumnos y nos sintamos orgullos de que alguien que venga al teatro las vea.

En un principio llegaban fundamentalmente propuestas de gente con la que ya veníamos trabajando, por lo que era más fácil seleccionar. Ahora van llegando cosas de gente que no conocemos y entonces necesitamos sentarnos a ver el material, debatir, ver qué nos parece, y finalmente decidir si vamos para adelante. La idea es elegir básicamente cosas que nos den ganas de defender, que nos den ganas de venir a ver. Es una de las cosas más lindas que nos toca hacer, pero tenemos que ser cuidadosos porque, más allá de las paredes del espacio, hay un bagaje conceptual que marca la diferencia entre cada sala y marca, al mismo tiempo, hacia dónde se dirigen las propuestas de los diferentes elencos.

Realmente hicimos un montón acá adentro y nunca terminamos de dejar el espacio listo. Este año hicimos la instalación eléctrica, pusimos juntos el piso de la sala. Todo el tiempo estamos haciendo cosas. Y, más allá del espacio en términos materiales, desde que empezamos llevamos adelante una gran cantidad de actividades culturales para poder hacer que el espacio funcione; algunas que no estaban tan vinculadas con el teatro en sí mismo, pero que nos permitían mantener una buena circulación de gente. En un momento la situación se había tornado bastante límite; necesitábamos seguir haciendo todo esto pero sentíamos que nos alejábamos de los motivos iniciales por los cuales habíamos decidido abrir.

Entonces sucedió algo que cambió drásticamente nuestra situación general: recibimos un subsidio y pudimos comprar este lugar. Eso cambió radicalmente las cosas porque a partir del mes pasado dejamos de pagar alquiler, lo que nos da un poco más de aire, sino estábamos llegando a fin de mes siempre muy sobre el límite.

De hecho, ya estábamos haciendo malabares porque la opción era que nos íbamos, era muy difícil continuar. Con la situación económica en general, con el aumento enorme de las tarifas de servicios, donde uno no puede aumentar la entrada en relación a lo que aumentan las cosas, porque claramente la gente no va a tener plata para pagar el teatro. El teatro en ese sentido está viviendo una crisis importante. Si nosotros no recibíamos el subsidio, no sabíamos si lo íbamos a poder mantener. O sí, pero íbamos a tener que correr para pagar el alquiler. En broma decíamos: “Tenemos un teatro, todo muy lindo, pero lo único que no podemos hacer es teatro”. Ahora de a poco se va acomodando todo y claramente empezamos a encontrar la posibilidad de llevar adelante el sueño que teníamos; que era aprovechar el lugar para hacer teatro. Evidentemente esto no es un negocio. A alguno quizás puede irle muy bien, pero en sí es mucho más el gasto que genera que lo que reditúa, por eso son muy pocas las salas que pueden sostenerse sin ningún tipo de subsidio.

Trabajo en red
El Fandango es también parte de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), y eso es importante para nosotros porque nos permite comunicarnos con gente con mucha experiencia en el teatro independiente,  que la tiene muy clara con cosas que nosotros fuimos aprendiendo en la marcha. Te juntás con gente de otras salas y surgen temas muy interesantes: nos informamos acerca de habilitaciones, del manejo con los técnicos, de cómo va la movida en otros espacios. Juntamos fuerzas para defender las necesidades comunes que tiene el teatro independiente.

Hay todavía muchísimas salas con el inicio de trámite, documento con el que podemos trabajar, pero que no implica la habilitación definitiva. Coexisten varias leyes respecto del funcionamiento de salas y no hay claridad en comunicarlas; tampoco hay un criterio único de inspección y cada inspector pide cosas diferentes. Te exigen cumplir una serie de requerimientos que cuando como sala los cumplís, enseguida te piden otros. Y cumplir con lo que piden es un gasto económico enorme. Tenés que estar muy canchero hoy para que no te clausuren.

Un espacio de experimentación
En el teatro independiente, no depender de una cantidad en la venta de entrada o de lo que le guste a un productor o a un programador genera libertad a la hora de investigar, de crear, que no es posible de conseguir en otros ámbitos. Esa libertad te permite explorar en diferentes  estéticas, lenguajes y propuestas.

En este tipo de teatro lo que mueve toda la actividad está mucho más vinculado con el deseo, con el poder hacer y contar. Es una locura: se ensaya un año para un mes de función, todo el mundo trabaja sin cobrar nada. Es hermoso porque ensayás un año con una vocación y un compromiso que no está ligado a nada económico. Es como muy trillado quizá decirlo, pero todo esto genera una energía muy necesaria, que nos convoca. Y a pesar de todo el trabajo que implica nos consideramos privilegiados de poder dedicarnos a lo que realmente queremos.

Y por otra parte está la satisfacción enorme de que logramos poner un teatro en Buenos Aires y podríamos decir que esto será así para siempre, porque la casa está hipotecada a condición de que acá, en este espacio, funcione un teatro.

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