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Como la ciudad futura entrevista por Roberto Arlt, enmarcada por los ángulos de los rascacielos y los silos del puerto, así muchos de los cuadros de Quinquela registran, como fondo de sus repetidas escenas portuarias, una ciudad de altos edificios que todavía no existe, al menos en el barrio. Para 1920 La Boca sigue siendo un lugar periférico.

La Primera República tuvo una vida efímera de tres años. El humorismo fue decayendo hasta que, en 1923, reaparece como II República. La historia de su fundación nos lleva a la cocina de la casa de don José Víctor Molina, un querido vecino del barrio. Allí, reunidos alrededor de la mesa de madera, Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto, Rogelio Bianchi y Bartolomé Gustavino dan impulso a la idea y nombran “Presidente Dictador” al dueño de casa, que detentaría el cargo hasta su muerte.

Esta Segunda República mantiene el aire festivo de la primera, pero se separa de toda referencia o crítica política. Fue más pragmática: uno de sus principales objetivos era conseguir beneficios y me- joras para el barrio. El tinte humorístico lo retomó en la reformulación de los puestos administrativos, que tergiversan o invierten las jerarquías oficiales: Quinquela Martín ostentaba el título de Recontraalmirante de Mar y Tierra. Otros cargos eran: Ministro de Radiocomunicaciones; Jefe de Policía Aérea; Jefe de la fugazza y faina; Jefe de Confiterías; Jefe de Monumentos; Jefe de Higiene; Cartera de Astronomía y Minas para Cortés Conde; Príncipe del Bisturí; Mayordomo Oficial de la Caballeriza Presidencial. Luego establecía las prohibiciones: hablar de religión o de política; hacer empréstitos; establecer aduanas; abonar impuestos; mantener burocracias.

La principal actividad de esta comisión consistía en juntarse a cenar en diversas cantinas boquenses. En los primeros años, el viejo restaurante “El pescadito” fue uno de los lugares de reunión preferidos de los republicanos. En los años treinta, lo sería la pizzería Rancho Banchero, y su dueño, integrante de la República, fue galardonado con el cargo de “Emperador de la fugazza”.

Cabe aclarar que el organizador y supervisor de estas cenas era Quinquela Martín. Para cada ocasión se preparaba un menú especial, que llevaba impreso el escudo de la República. En esos años, los artistas constituyen una marca fuerte de identidad de La Boca, de ahí la inclusión de la paleta de pintor en su escudo. Si otros barrios también podían reclamar para sí como insignia al mundo obrero, al río y a los barcos, La Boca reúne a una bohemia artística que no sólo toma al barrio, sus personajes y el trabajo como tema de su estética, sino que se presenta a sí misma como inescindible de ese paisaje.

Con casi cincuenta años de existencia, el mayor esplendor de la Segunda República estuvo en las primeras décadas. Su accionar fue tan popular como así también lo fueron sus festejos. Organizaban fies- tas de carácter benéfico y coloridos desfiles callejeros a los que asistía gente de todos los barrios. Festividades que eran comentadas por diarios y revistas a nivel nacional. La recaudación solía donarse al Hospital Argerich, que por entonces funcionaba sobre la calle Pinzón.

Víctor Molina, Presidente de la República de La Boca junto a la cantante Mercedes Simone.

 

Un escudo para la República. Contiene los signos emblemáticos que identificaban al barrio en la tercera década del siglo XX: el puente transbordador, un barco a vela, una paleta de pintor con pincel y un mar- tillo y una tenaza cruzados sobre un engranaje. Obra de Roberto Pallas.

Criterios en la República. 

“Nuestras iniciativas estaban siempre inspiradas en propósitos altruistas. El interés material y el lucro personal no tenían cabida en nuestra República. Cuando ingresaba en nuestras arcas algún dinero, por cualquier concepto que fuere, se destinaba a fines benéficos”.

“Lo que nosotros queríamos era fomentar la alegría, el buen humor y la cordialidad de los ciuda- danos. No sólo de pan vive el hombre; las diversiones pueden contribuir también a la felicidad humana”.

“Podían ser hijos ilustres, predilectos, adoptivos, o ciudadanos honorarios, todas aquellas personas que se hubieran distinguido o se distingan en sus actos, haciendo patria, dentro y fuera del país. Como puede verse, a la hora de reconocer méritos y otorgar recompensas, nuestro localismo boquense excedía los límites del barrio y aun del país, para proyectarse hacia una doctrina internacional de los valores humanos. No preguntábamos de dónde eran, sino que fueran, viniendo. Nuestra teoría a este respecto no podía ser más lógica ni sencilla, pues se apoyaba en estos postulados inamovibles: ‘Todo lo que se hace en beneficio de la humanidad redunda en beneficio de nuestro país, y todo lo que beneficie a nuestro país beneficia a nuestro barrio’ ”

Todas estas citas son del libro de Muñoz, Andrés, Vida novelesca de Quinquela Martín, Buenos Aires, 1949.

Homenaje. El día 21 de agosto de 1930, los miembros de la segunda República de La Boca homenajearon a Bartolomé Botto, autor del “Himno a La Boca” entregándole un pergamino al autor. Una pintura de Fortunato Lacámera decora la parte superior. Lo firman, entre muchos, Zuretti, Quinquela, Lacámera y Collivadi- no. El himno había sido entonado por primera vez durante los festejos del aniversario de la República, el 12 de ju- nio de 1930.

La República y los medios. “La frecuencia y despreocupación con que nos exhibíamos en público, rompiendo lanzas en defensa del buen humor, nos atrajo la simpatía de la ciudad y nuestra actuación trascendía a menudo a las columnas de la prensa. Se puso sobre el tapete el viejo tema de la tristeza de Buenos Aires, y hasta fue tratado en sesudos editoriales. […] Alguno de ellos llegó a decir que la República de la Boca, país pequeño e inerme, le había declarado la guerra a ese inmenso país que se llama el aburrimiento. Aunque el buen humor era la divisa de nuestro gobierno, no se piense por eso que todo lo tomábamos a broma. La apariencia era festiva, pero la intención era noble y hasta seria. Entre bromas y veras íbamos realizando, a nuestro modo, una obra social. Allí donde había que aliviar un dolor, satisfacer una necesidad o recompensar al mérito, se hacía presente nuestra República”.

Se apaga la Segunda República. Hacia los años cuarenta su bulliciosa actividad pareció aquietar- se. En 1948 nace la Orden del Tornillo. Y si bien las reuniones de la República continuaron con entusias- mo y dedicación, el grupo fue reduciéndose. En 1960 fallece el presidente Molina, lo sucede “Toto” Caffarena y luego Federico Cichero. Esos años estuvieron marcados por grandes pérdidas: Filiberto, Capurro y la muerte de Quinquela.

El barrio con los años sufrió el deterioro del entramado social. Fábricas cerradas, galpones y antiguos conventillos abandonados. Eran años de escasez y desempleo. Sin embargo, el espíritu comunitario no había perecido y renacería en la Tercera República.

Marcha oficial de la República de La Boca.
Estrenada oficialmente en la Plaza de los Suspiros el 21 de mayo de 1932. Letra de Vicente Bove y música de Alfonso Gagliano.

Somos boquenses,
Hombres geniales,
Los generales
Del Corazón.

Republicanos
Hasta en la sopa
Llega hasta Europa
La admiración.

Ante el emblema
De nuestro anhelo
Que es nuestro el cielo
De gran poder.

Hasta los reyes
Y emperadores
Vienen sus flores
A deponer.

No tiene nombre
Nuestra alegría,
De noche y día
Se oye el clamor.

Aquí no hay penas
Y no hay rigores
Y no hay dolores,
Sólo hay amor.

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