
Quinquela amaba el juego: lo vemos disfrazado de Gran Maestre para otorgar la Orden del Tornillo, lo imaginamos bromeando en las cenas de la fantástica República de La Boca, con menús diseñados ad hoc; pintando con desenfado infantil algún coche de la línea de trolleys 302/3. Su figura emerge como la del jefe de la barra de chicos, o, más precisamente, la del director teatral. Es interesante, entonces, detenerse en el carácter performático de las acciones de Quinquela en La Boca, entonces ¿dónde hemos de iniciar sino en Caminito?
Caminito representa el corazón de La Boca, en tanto pone en escena lo que se espera del barrio. Razón por la cual fue y es sistemático objeto de críticas: desde quienes suponen que la verdadera vida de La Boca fue tergiversada en esta literal escenografía, hasta quienes, siguiendo el dictum vanguardista que rechaza la representación, ven en Caminito un disfraz de la “vida” –como si existiera un núcleo vital que se nos debiera presentar desnudo–.
Quinquela y Juan de Dios Filiberto imaginaron este espacio como escena operística. Indudablemente, la burocracia no hubiera dado este salto inédito si la propuesta no hubiera sido presentada por el afamado artista: se trata del primer fragmento barrial, sin lustre de historia heroica, concebido para la conservación. Pero Caminito comenzó a ser transformada, con la participación de Quinquela, antes de que el municipio levantara las vías y arreglara el empedrado. En 1956 se realiza una inauguración provisoria; la municipalización de los terrenos data de 1958; la inauguración oficial, de 1959.
La pintura sobre la chapa de las fachadas de las humildes construcciones se recupera en Caminito como motivo principal de identidad. Los arquitectos descubrieron simultáneamente la gracia de la estructura palafítica de las viviendas originales, construidas con materiales montados en seco, pasible de variaciones. En todo caso, el motivo de la habitación popular, poco recurrido en las representaciones plásticas de entreguerras, es el que estructura la escena de Caminito, y el que permanece para señalar la particularidad del sitio. Pero allí donde los arquitectos ven estructura, Quinquela ve color. “Un diario dijo que en La Boca teníamos una batalla por el color. Era cierto, pero esa batalla fue ganada solo hace un año” dice, orgulloso, Quinquela, refiriéndose a la decisión del municipio.
Caminito comienza a funcionar como escena teatral en 1957, antes de la inauguración oficial. La actividad teatral era frecuente en La Boca; el cineasta Juan Bautista Stagnaro recuerda que, en su infancia, el patio del conventillo era un lugar de representación de obras en dialecto genovés. Solo podemos conjeturar de qué manera, desde el Dante recitado por Lazzari, hasta la pasión operística de la comunidad italiana, se articulan los modos de ser cotidianos en el barrio. Sabemos, en cambio, de la importancia comunitaria de muchas sociedades musicales y teatrales, es el caso del teatro José Verdi, fundado en 1901 como sede de la anterior sociedad filarmónica, allí cantaron Caruso y Gigli; este lugar funcionaba simultáneamente como ámbito de bailes de carnaval, asambleas políticas y reuniones vecinales —entre ellas, algunas convocadas por Quinquela—.
Fue un inmigrante ucraniano, Cecilio Madanes, quien propuso instaurar en Caminito un teatro callejero, y lo inauguró en 1957 con la puesta de Los chismes de las mujeres, de Carlo Goldoni. Se trató de un acontecimiento muy publicitado en la ciudad, este fue el inicio de un largo ciclo de más de 15 años de puestas similares. Madanes recordaba aquella primera experiencia como “una suerte de magia colectiva en la que participamos desde autores, actores y técnicos hasta vecinos de La Boca”, quienes prestaban sus ventanas como parte del decorado, hacían lugar en sus casas para los camarines de los actores, oficiaban de acomodadores. El proceso que comienza antes de la idea de Madanes –la construcción de Caminito–, continúa con el involucramiento comunitario en la preparación y puesta de la obra, y se expande hacia el futuro: el conjunto puede estudiarse como una práctica performativa o “comportamiento humano espectacular organizado”, lo que cambia radicalmente el núcleo dual que oponía la forma con la vida.