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El nacimiento nos renueva

Una vez que nace un hijo, ya nada será igual: estrenamos el sentimiento de que existe alguien a quien amamos más que a nada ni nadie y que depende absolutamente de nosotros. Cambian los roles familiares y nos embargan emociones fuertes y complejas: satisfacción y sensación de haber fundado una familia, de que alguien nos va a continuar; así como miedos, preocupaciones, inseguridades…, mientras debemos atenderlo, cuidarlo, alimentarlo y empezar a tratar de entenderlo.

Tener hijos nos enfrenta a experiencias nuevas en infinitos sentidos. Una de las más importantes es la de ser capaces de aceptar la realidad, retardando a algunos sueños propios y creando nuevos como  madre.

Muchas veces, después del parto las madres están exhaustas pero eufóricas de felicidad. Poco a poco estas emociones se van suavizando hasta lograr regularse y entrar en la cotidianidad.

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